la enamorada

Ella cabalgaba hermosa

Por un infinito mar 
de margaritas sembradas.

Su vestido dibujaba 
y le enredaba en el cuerpo 
los cantos de aquellos vientos 
que susurraban (gritando) 
presagios de otras galaxias 
y tiempos:

"Están por llegar los ojos, 

tan verdes como una zulla, 

que de traición colmarán 
tu corazón lisonjero, 

y tu cuerpo se abrirá 
como los lirios de invierno 
y tus huesos cederán 
como la piedra a mi aliento"

La amazona vacilante
pensó que aquel viento erraba, 
verde es el triguito joven 

y no la zulla encarnada.

Más no advirtió la zagala

que su vestido de seda 
se transformaba en cadenas 
y el talle de junco blanco 
en arroyitos de lava.

Ese corcel sin montura 
era candela de fuego, 
y la princesa entregó
las riendas, ajuar y el miedo




Cómo se perdió en su boca 

Cómo buscó el sur y el borde, 

Cómo prendió aquella mecha 
de los ojos de aquel hombre.

Cómo pudo aquél pincel 
dibujar aquella estampa?

Cómo, dos seres de Dios,
pudieron ahondar así 
en las entrañas del mundo
sin  escardilla ni azada?

El dueño de aquella boca 
y de los ojos de sal, 
que nunca aprendió a decir 
ni un te quiero ni verdad
destrozó con cruel torpeza 
y extremada vanidad 
la intuición, el alma, el sueño
la tierra y la voluntad 
de aquel junco marinero 
vestido de seda blanca 
donde el viento dibujaba 
leyendas de otras galaxias.

Ay qué dolor le causó, 
la triste herida del hombre 
que como niño lloraba 
por no haber mamado en tiempo 

leche pura y madre blanca.

Esa muchacha perdida, 
de fuego y tierra empapada, 
fui yo... 

Y ahora en mi lecho de muertes  
escucho y  creo entender 

aquel susurro que trajo 
aquel gran viento de sabios 
y que me llevó a creer 
en los ojos de amapola 
y en esos cuentos de hadas 
que escuchaba al cabalgar
por esos mares calientes 
donde margaritas blancas 
movían sus alas anchas. 

Así es la enamorada, 
con su desnudez al alba 
oyendo una melodía 
que solo el viento la canta

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